Por: Luis Fernando Gómez
ALAI AMLATINA.- La esperanza que clarísimamente se
comienza a respirar al interior de Colombia, tras décadas de confrontación
abierta entre todos los bandos armados, definitivamente está llegando a las
personas víctimas del conflicto que día a día, durante los últimos 15 años
vienen añorando su tierra y su gente.
Una mujer colombiana refugiada en Venezuela, al
preguntársele qué significaba para ella en su situación la palabra “patria”,
contuvo la respiración, cerró sus párpados para detener las lágrimas y prefirió
callar. Seguramente bajo este nuevo clima que se abre en Colombia, ella y
muchos otros colombianos expulsados de sus territorios se comenzarán a
preguntar si existe esa patria en la cual nacieron y la que les negó la
protección de sus derechos.
¿Podrán retornar
esas miles de familias que, por proteger sus vidas, huyeron dejándolo todo
abandonado?
Queremos desde aquí preguntarnos por las
implicaciones del inicio de un proceso de negociación formal entre el Gobierno
de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), en
relación con el panorama que se abre para los casi 460 mil colombianos que se
encuentran en situación de necesidad de protección internacional en los países
vecinos de la región, bien como refugiados, solicitantes o en un limbo jurídico.
Un proceso ya
anunciado desde su toma de posesión como presidente
Casi desde el comienzo del gobierno del presidente
Santos se comenzó un proceso de reconstrucción de las relaciones diplomáticas
con los países vecinos, en particular Venezuela y Ecuador, con los que por lo
menos desde el año 2007 se habían resquebrajado, gracias a una política
internacional de micrófono y agresión implementada por el gobierno de Colombia
durante los años 2002 al 2010.
Primero fueron las relaciones comerciales:
comenzar a saldar deudas que desde Venezuela se tenían con los exportadores
colombianos; luego, la discusión de temas relacionados con políticas
fronterizas de integración, de cooperación militar y en otros aspectos.
Finalmente, el tema de los flujos migratorios comenzó a ser tenido en cuenta en
estos espacios de diálogo bilateral de los Estados. Inicialmente con acuerdos
como retirar por parte del gobierno Ecuatoriano la exigencia para los
colombianos que viajaran a ese país de contar con el pasado judicial refrendado
por la entidad que para ese momento se llamaba Departamento de Seguridad en
Colombia. Luego, el retiro del requisito de visa para que los colombianos
puedan visitar la República de Venezuela.
En esta misma línea el gobierno colombiano se
comprometió en aportar una muy discreta suma de 500 mil dólares para la
atención de las personas refugiadas en el Ecuador. Por primera vez, el gobierno
colombiano reconoció el drama de las víctimas del conflicto armado que se
encuentran en el extranjero y el esfuerzo, poco o mucho, que los países vecinos
han hecho por atender a esta población.
La presentación, al comienzo del gobierno Santos,
al Congreso de Colombia de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras,
representó una señal en la dirección de iniciar definitivamente un proceso de
construcción de la Paz desde la perspectiva de la reparación y la
reconciliación. La implementación de dicha Ley lleva ya un año dentro de
Colombia, y más o menos a finales del año 2011 se abrió una discusión en el
marco de este proceso, sobre la situación de las víctimas que se encuentran
viviendo fuera de Colombia, bien como refugiadas reconocidas por otros estados,
personas con necesidad de protección internacional o muchas otras que
prefirieron hacerse invisibles en los lugares de llegada.
Hemos comprobado cómo en este tema se ha partido
prácticamente de cero desde el gobierno nacional. Sin embargo debe decirse que
durante el primer semestre del año 2012 se han dado avances en un intento de
las entidades encargadas del registro de las víctimas y de quienes deben
adelantar el proceso de reparación, incluyendo la devolución de las tierras
usurpadas, por aclarar el panorama, consultado con organismos y organizaciones
que han trabajado con las víctimas fuera y dentro de Colombia.
Una meta personal del presidente Santos
Su abuelo fue presidente de Colombia, su familia
ha participado de la vida pública del último siglo en el país, como lo hacen
los príncipes en Europa en su juventud hizo parte de la fuerza naval. Él se
formó en las mejores universidades del mundo, participó de la mayoría de los
gobiernos colombianos en el tiempo reciente bien como ministro de hacienda, de
gobierno o, al final del gobierno Uribe, siendo el ministro estrella de la
cartera de defensa.
Al parecer desde siempre se preparó para gobernar
al país, y como si hubiese sentido que fuera su destino, ser el presidente que
lograra terminar con el Conflicto Armado y traer la paz en Colombia. Caminar
hacia esa aparente meta personal,ha significado moverse hábilmente entre los
partidos políticos, aliarse con disímiles líderes del país, ejecutar libretos
cual actor de teatro como cuando siendo ministro de defensa atacaba al
presidente venezolano Hugo Chávez y días después de ser elegido primer
mandatario de los colombianos lo nombró públicamente como su nuevo mejor amigo.
En definitiva ha demostrado ser un político contemporáneo en todos los sentidos
que esto pueda significar hoy en día.
Independiente de cualquier consideración sobre el
tipo de sociedad que desde su concepción política impulsa, su empecinamiento
por conseguir con éxito un acuerdo para finalizar la confrontación armada en
Colombia, parece llenar de esperanza a los más contrastantes sectores sociales
del país, la región y el continente.
Una guerra que se alimenta a sí misma por factores internos y externos
Esta última guerra colombiana que se ha prolongado
por más de 50 años, además de haber generado la mayor cantidad de
desplazamiento forzado interno en el mundo, se ha convertido en un ciclo de no
acabar puesto que se alimenta a sí misma por factores internos como los
intereses en la tierra, los caudillismos regionales y el ímpetu guerrerista de
algunos sectores extremos tanto a la derecha como a la izquierda.
Se nutre también de factores externos importantes
tales como: el negocio del narcotráfico, las tensiones políticas continentales
entre los Estados Unidos y otras potencias emergentes, y definitivamente las
nuevas perspectivas del comercio internacional donde el control de los
territorios dentro de Colombia y sobre todo en las regiones fronterizas
determinarán ventajas para ciertos sectores legales e ilegales.
Más que la paz, como ideal, lo que anima en este
momento es la terminación de la confrontación armada. Esto permitiría avanzar
en discusiones amplias dentro del país sobre los factores estructurales de la
violencia y la necesidad de la inclusión de distintas posiciones de cara al
país, sin ser criminalizadas como hasta ahora ha sucedido. Mientras la guerra
continúe, muchísimos temas de la vida nacional seguirán siendo decididos sin
mayor consulta en la lógica de un Estado de Excepción. Cabe la pregunta que se
nos abre hacia el futuro: ¿qué tipo de país se fue construyendo mientras
andábamos en el espejismo de la guerra frontal contra el terrorismo?
¿Existen condiciones en Colombia para que las familias y personas refugiadas regresen?
La gran pregunta que se ha puesto sobre la mesa,
al pensar en el retorno de las y los colombianos que tuvieron que huir de la
guerra en sus territorios y que fueron acogidos por otros países, es si existen
las condiciones dentro de Colombia para que estas familias y personas regresen
a sus lugares de origen. Los retornos tienen que, además de ser voluntarios y
con suficiente información, contar con garantías de seguridad para que no se
repitan las violaciones de los derechos de las personas, razón por la cual
dejaron su país.
Es cierto, e innegable, que no se encuentra
Colombia en un escenario del postconflicto, persisten los riesgos sobre la vida
y tranquilidad de las personas. Los grupos armados heredados del
paramilitarismo mantienen control sobre vastas zonas del territorio, aun en
medio de la negociación de la paz persistirán los enfrentamientos armados. Más
aun, cuando el ELN no ha iniciado formalmente un proceso de acuerdos con el
gobierno nacional, por decirlo de una manera amplia: la violencia generalizada,
razón fundada que reconoce la Declaración de Cartagena como motivación para
solicitar protección de otro Estado, persiste en el presente.
El inicio de las conversaciones de paz plantea muchas interrogantes; el tema del retorno de las familias y personas refugiadas colombianas debe ser parte del debate.
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