Por: Janeth González
Todas las personas debemos estar conscientes de la importancia
que tiene saber elegir una carrera y si esta se relaciona con la enseñanza, lo
menos que puede esperarse es que quienes pretendan desempeñar la docencia posean
las características, destrezas y aptitudes especiales, que le permitan
desarrollar con eficiencia las actividades que forman parte de su profesión.
Lo anterior se debe a que la actuación del maestro no sólo se
fundamenta en el dominio de todas las técnicas y habilidades docentes; eso no
basta para ser un buen educador, también resulta indispensable poseer una
verdadera vocación para el ejercicio de su profesión.
En realidad, es lamentable ver que muchas personas al
comprobar que no les agrada la carrera seleccionada o que carecen de la
capacidad necesaria para desempeñar otra actividad, se dedican a la enseñanza
como una última alternativa, convirtiendo más tarde su práctica profesional en
una actividad mediocre y poco comprometida con el desarrollo del país.
Por ello, hoy más que nunca quienes están inmersos en el
campo de la docencia, deben sujetarse a una evaluación que les permita conocer
sus propias aptitudes, debilidades y fortalezas para mejorar sus competencias
docentes, dejando atrás todo tipo de pereza mental y adoptando nuevas y modernas
estrategias en el proceso de enseñanza aprendizaje; y es que el haber decidido
convertirse en educador, implica estar consciente de que nunca se termina de
estudiar y aprender, esto le permite estar debidamente actualizado en su
profesión.
En definitiva, para ser un buen maestro y convertir la
docencia en un verdadero arte e incluso, en un estilo de vida, es
imprescindible, en primer lugar, querer realmente enseñar, y luego, cumplir
con todas las exigencias que una sólida preparación implica, estar dispuesto a
enfrentar y vencer todos los problemas relacionados al ejercicio de la
profesión y, sobre todo, ser capaz de sentir en lo profundo de su corazón la
mayor de las satisfacciones por el simple hecho de trabajar sea con niños,
adolescentes o adultos; eso es tener verdadera vocación para la docencia.