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domingo, 31 de octubre de 2010

VOCACIÓN DOCENTE


Por: Janeth González

Todas las personas de­bemos estar conscientes de la impor­tancia que tiene saber elegir una carrera y si esta se rela­ciona con la enseñanza, lo menos que puede esperarse es que quienes pretendan desempe­ñar la docencia posean las características, destrezas y aptitudes especiales, que le permitan desarrollar con eficiencia las actividades que forman parte de su profesión.

Lo anterior se debe a que la actuación del maestro no sólo se fundamenta en el do­minio de todas las técnicas y habilidades docentes; eso no basta para ser un buen educador, también resulta indispensable poseer una verdadera vocación para el ejercicio de su profesión.

En realidad, es lamentable ver que mu­chas personas al comprobar que no les agrada la carrera seleccionada o que ca­recen de la capacidad necesaria para des­empeñar otra actividad, se dedican a la enseñanza como una última alternativa, convirtiendo más tarde su práctica profe­sional en una actividad mediocre y poco comprometida con el desarrollo del país.

Por ello, hoy más que nunca quienes es­tán inmersos en el campo de la docencia, deben sujetarse a una evaluación que les permita conocer sus propias aptitudes, debilidades y fortalezas para mejorar sus competencias docentes, dejando atrás todo tipo de pereza mental y adoptando nuevas y modernas estrategias en el pro­ceso de enseñanza aprendizaje; y es que el haber decidido convertirse en educa­dor, implica estar consciente de que nun­ca se termina de estudiar y aprender, esto le permite estar debidamente actualizado en su profesión.

En definitiva, para ser un buen maestro y convertir la docencia en un verdadero arte e incluso, en un estilo de vida, es imprescindible, en primer lugar, que­rer realmente enseñar, y luego, cumplir con todas las exigencias que una sólida preparación implica, estar dispuesto a enfrentar y vencer todos los problemas relacionados al ejercicio de la profesión y, sobre todo, ser capaz de sentir en lo profundo de su corazón la mayor de las satisfacciones por el simple hecho de tra­bajar sea con niños, adolescentes o adul­tos; eso es tener verdadera vocación para la docencia.

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