Por: Mónica Bruckmann
ALAI AMLATINA.- Dos visiones contrapuestas están
en choque en la disputa global por el agua. La primera, basada en la lógica de
la mercantilización de este recurso, que pretende convertirlo en un commodity,
sujeto a una política de precios cada vez más dominada por el proceso de
financierización y el llamado “mercado de futuros”.
Esta
visión encuentra en el Consejo Mundial del Agua, compuesto por representantes
de las principales empresas privadas de agua que dominan 75% del mercado
mundial, su espacio de articulación más dinámico. El Segundo Forum Mundial del
Agua, realizado en el año 2000 declaró, en el documento final de la reunión,
que el agua no es más un “derecho inalienable”, sino una “necesidad humana”.
Esta declaración justifica, desde el punto de vista ético, el proceso en curso
de desregulación y privatización de este recurso natural. La última reunión
realizada con el nombre de IV Forum Mundial del Agua, en marzo de 2009 en
Estambul, ratifica esta caracterización del Agua. Un aliado importante del
Consejo Mundial del Agua ha sido el Banco Mundial, principal impulsor de las
empresas mixtas, público-privadas, para la gestión local del agua.
La otra visión se reafirma en la consideración del
agua como derecho humano inalienable. Esta perspectiva es defendida por un
amplio conjunto de movimientos sociales, activistas e intelectuales articulados
en un movimiento global por la defensa del agua, que propone la creación de
espacios democráticos y transparentes para la discusión de esta problemática a
nivel planetario. Este movimiento, que no reconoce la legitimidad del Foro
Mundial del Agua, elaboró una declaración alternativa a la reunión de Estambul,
reivindicando la creación de un espacio de debate global del agua en los marcos
de la ONU, reafirmando la necesidad de la gestión pública de este recurso y su
condición de derecho humano inalienable(1).
La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó
en julio del 2010 la propuesta presentada por Bolivia, y respaldada por otros
33 Estados, de declarar el acceso al agua potable como un derecho humano. Como
era previsible, los gobiernos de Estados Unidos, Canadá, Australia y el Reino
Unido se opusieron a esta resolución, con lo cual, en opinión de Maude Barlow,
ex-asesora sobre agua del presidente de la Asamblea General de la ONU, esta
resolución pierde peso político y viabilidad práctica(2). Estos cuatro países,
y sus fuerzas políticas más conservadoras, aparecen como el gran obstáculo. El
peligro para los operadores del agua es grande, ciertamente, un reconocimiento
del agua y el saneamiento como derecho humano pondría límites a los derechos de
las grandes corporaciones sobre los recursos hídricos, derechos consagrados por
los acuerdos multilaterales de comercio e inversión.
Los gobiernos de América Latina están avanzando en
el reconocimiento del agua como derecho inalienable y en la afirmación de la
soberanía y gestión pública de estos recursos. La Constitución Política del
Estado Plurinacional de Bolivia reconoce, en su artículo 371, que el “el agua
constituye un derecho fundamentalísimo para la vida, en el marco de la
soberanía del pueblo”, establece además que “el Estado promoverá el uso y
acceso al agua sobre la base de principios de solidaridad, complementariedad,
reciprocidad, equidad, diversidad y sustentabilidad”.
Ciertamente, la disputa por la apropiación y el
control del agua en el planeta adquiere dimensiones que extrapolan únicamente
los intereses mercantilistas de las empresas transnacionales, colocándose como
un elemento fundamental en la geopolítica mundial. Está claro que el planeta
necesita urgentemente una política global para cambiar la tendencia del
complejo proceso de desorden ecológico que, al mismo tiempo que acelera la
dinámica de desertificación en algunas regiones, incrementa los fenómenos de
inundación producto de lluvias torrenciales, en otras. Las consecuencias
devastadoras que la degradación de medio ambiente está provocando y la gravedad
de la situación global que tiende a profundizarse colocan en discusión la
propia noción de desarrollo y de civilización.
Los acuíferos y la
preservación de ecosistemas
Desde hace mucho tiempo, las investigaciones
hidrológicas de los ciclos globales del agua han demostrado que 99% del agua
dulce accesible del planeta se encuentra en los acuíferos de agua dulce,
visibles en los ríos, lagos y capas congeladas de hielo. Estas aguas
constituyen sistemas hídricos dinámicos y desarrollan sus propios mecanismos de
reposición que dependen, fundamentalmente, de las lluvias. Parte de este caudal
se infiltra en las rocas subyacentes y se deposita debajo de la superficie, en
lo que se conoce como acuíferos. Los acuíferos reciben reposición de las
lluvias, por lo que son, en su mayoría, renovables. Dependiendo del tamaño y
las condiciones climáticas de la ubicación de los acuíferos, el período de
renovación oscila entre días y semanas (en las rocas kársticas), o entre años y
miles de años si se trata de grandes cuencas sedimentarias. En regiones donde
la reposición es muy limitada (como en las regiones áridas e hiperáridas) el
recurso de agua subterránea puede ser considerado como "no
renovable"(3).
Los acuíferos y las aguas subterráneas que los
conforman, son parte de un ciclo hidrológico cuyo funcionamiento determina una
compleja interrelación con el medio ambiente. Las aguas subterráneas son un
elemento clave para muchos procesos geológicos e hidro-químicos, y tienen
también una función relevante en la reserva ecológica, ya que mantienen el
caudal los ríos y son la base de los lagos y los pantanos, impactando
definitivamente en los hábitats acuáticos que se encuentran en ellos. Por lo
tanto, los sistemas acuíferos además de ser reservas importantes de agua dulce,
son fundamentales para la preservación de los ecosistemas.
La identificación de los sistemas acuíferos es un
requisito básico para cualquier política de sustentabilidad y gestión de
recursos hídricos que permitan que el sistema continúe funcionando, y desde el
punto de vista de nuestras investigaciones, es imprescindible para un análisis
geopolítico que busque poner en evidencia elementos estratégicos en la disputa
por el control y apropiación del agua.
Las
grandes reservas hídricas cómo la cuenca del Congo, Amazonas, el acuífero
Guaraní o los grandes lagos de África central coinciden con la existencia de
grandes poblaciones en expansión y fuertes conflictos étnicos y religiosos.
Además, gran parte de los países de esta región se encuentran bajo fuerte
presión del sistema financiero internacional que busca implantar una gestión
neoliberal de los recursos hídricos a través de su personal técnico para el que
las estaciones de tratamiento de agua, reciclaje y construcción de mecanismos
que eviten la contaminación de los acuíferos, son gastos superfluos(4).
Se trata de un proceso violento de expropiación y
privatización del recurso natural más importante para la vida. A pesar de la
centralidad del agua potable para consumo humano, es necesario señalar también
la importancia vital de este recurso para la agricultura, que impacta
directamente la soberanía alimentaria, y para el proceso industrial en su
conjunto.
Los mayores acuíferos de Europa se encuentran en
la región euroasiática, destacando, por su dimensión, la cuenca Rusa, más
cercana a la región polar. Europa occidental se ve reducida al único acuífero
de mediano porte, en la cuenca de París. En casi todos los casos, las reservas
de agua de Europa padecen de problemas que afectan su calidad, lo que amplió
drásticamente el consumo de agua embotellada, que se ha convertido en un ítem
obligatorio en la canasta de consumo familiar(5). Europa registra,
proporcionalmente, la mayor tasa mundial de extracción de agua para consumo
humano: del total de agua que se extrae, más del 50% es utilizada por los
municipios, aproximadamente 40% se destina a la agricultura y el resto se
consume el sector industrial.
Asia depende de los grandes acuíferos del norte de
China y la Siberia, más próxima de la región polar. Uno de los casos más graves
es el de la India, que junto con Estados Unidos, tiene una de las tasas más
altas de extracción de agua subterránea del mundo.
América del Sur posee tres grandes acuíferos: la
Cuenca del Amazonas, la Cuenca del Marañón y el sistema acuífero Guaraní, que
más parece un “mar subterráneo” de agua dulce que se extiende por cuatro países
del cono sur: Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. Por el volumen de las
reservas de estos acuíferos y por la capacidad de reposición del agua de estos
sistemas, América del Sur representa la
principal reserva de agua dulce del planeta.
Las regiones más críticas, por tener una
reposición limitada de agua (menos de 5 milímetros de lluvia al año), son el
norte de África, en la región desértica del Sahara; la India; Asia central;
gran parte de Australia; la estrecha franja desértica que va desde la costa
peruana hasta el desierto de Atacama en Chile y la región norte de México y
gran parte de la región centro oeste de Estados Unidos. En estas regiones, se
puede considerar el agua como recurso no renovable. África subsahariana, el
sudeste asiático, Europa, los Balcanes, la región norte de Asia y la región
nor-occidental de América del Norte registran niveles moderados de reposición
de agua, entre 50 y 100 mm. al año.
La región de mayor reposición de agua del mundo es
América del Sur donde, en casi todo el territorio subcontinental, se registran
niveles de reposición de agua mayores a 500 mm./año, lo que constituye el
principal factor de abastecimiento de los sistemas acuíferos de la región. Esta
altísima capacidad de reposición de aguas superficiales y subterráneas es
fundamental, no solo para el abastecimiento de agua dulce sino también para la
manutención y reproducción de los sistemas ecológicos y la biodiversidad en la
región.